jueves, 17 de enero de 2013

De rodillas en el cementerio, perseguido por el zombi de Poncio Pilato (mediados enero 2013)

Sueño-pesadilla de lo más extravagante. Nos desplazamos en coche hasta un cementerio situado a las afueras de Ordal, el pueblo de mis abuelos maternos. Vamos a participar en un acto en memoria de mi abuelo materno que, dentro del sueño ya ha fallecido hace tiempo (no en la vida real). 

Al llegar, nos colocamos en una curiosa disposición: todos en pareja, dándonos la mano con nuestro compañero, de rodillas y formando fila, una pareja tras otra. A mí me toca formar pareja con un señor mayor, que resulta ser el hermano mayor de mi abuelo (acaso su hermano Joaquim, éste sí, difunto en la vida real). Vamos andando de rodillas, como en una especie de ritual, a lo largo del cementerio, mientras musitamos avemarías y padrenuestros. Al pasar por el ataúd de mi abuelo, mi acompañante se emociona y solloza. Me compadezco de él, imaginando qué sentiría yo si muriese un hermano mío. También pasamos por la tumba de mi abuela materna (aunque tampoco ha fallecido en la vida real).

Por alguna extraña razón, el cementerio es a la vez un gran yacimiento de vestigios de la época de Jesucristo, como si estuvieran allí enterrados todos los protagonistas de los evangelios. Confío hallar algún rastro de Jesús pero, en vez de eso, veo surgir un hombre monstruoso, muy alto y amenazante. Enseguida comprendo que se trata del zombi de Poncio Pilato (!) y echo a correr despavorido. A partir de este momento soy una mujer, más concretamente la actriz Laura Dern, que también huía aterrada de los monstruos en 'Jurassic Park'.

Desesperado/a, agarro un gran objeto contundente, una especie de tapa metálica o de plástico con partes agudas y afiladas, y golpeo con él al zombi, de modo hiperviolento e insistente, hasta que el cuerpo de mi perseguidor queda horrorosamente roto y desangrado, aunque aún se mueve. Huyo a toda prisa. El zombi queda recluido en un cuarto, la última habitación del segundo piso de la casa de mis padres. Voy mirando atrás para ver si me va a la zaga, pero sólo se ve la silueta iluminada de la puerta entreabierta. Salgo a la calle sobresaltado, y entonces oigo la voz del zombi, que ha adoptado el timbre de un tertuliano radiofónico (Joan L.). Con entonación sarcástica, suave y pausada, el zombi se refiere a mí como "esta chica" y asegura que mi miedo se debe a que soy "una reprimida sexual" (?).

(Quizá soñar con Pilato se debe a que estoy leyendo 'El maestro y Margarita' de Mijaíl Bulgákov, novela satírica donde se habla de una excéntrica visión sobre el prefecto romano con un manto forrado de rojo sangre).

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