domingo, 1 de abril de 2012

El castillo flotante: aguas, sirenas y piedras de colores (1 abril 2012)


Maravillosas visiones e imágenes.

En compañía de amigos y familiares, visito un gran castillo, lujoso y antiguo, como flotante en medio de las aguas, con una altísima torre presidiendo el conjunto, parecida al Belfort o campanario de Brujas. La fortaleza tiene tres partes o estadios. En la primera, antes de entrar, hay un foso o laguna natural donde el agua es fría, cristalina y henchida de colores palpitantes, por las piedras, conchas y caracolas que bullen bajo su superficie. 

El segundo estadio son las aguas que hay en el interior del castillo, ya que parece estar medio hundido. Allí predomina la penumbra y el misterio; es como explorar un gran crucero o galeón hundido. 

Y para acceder al tercer estadio hay que coger una barca y cruzar un canal interno, bajo un arco que nos da la bienvenida. Subo a una de estas barcas con mi padre, mientras el resto de gente del grupo hace lo propio y va embarcando. Las barcas rodean la fortaleza y llegan hasta el otro lado o fachada, donde se extiende el lago más grande y esplendoroso, esta vez de aguas cálidas, como termales. Por ejemplo, de repente, el paisaje empieza a vestirse de distintas luces y cromatismos. Oscurece, y, todo el castillo, con su gran torre central y dos torres flanqueándolo, se ilumina con un fulgor blanco, perlino o plateado. La imagen me sobrecoge.

Por las aguas del castillo también menudean seres fantásticos, como bellas sirenas a las que de vez en cuando encuentro en mi buceo lúdico y explorador. 

Más tarde, vuelvo al primer estadio para hacer de nuevo el recorrido, esta vez en solitario y sin barca, únicamente a nado. Entro en las aguas oscuras del castillo y descubro unas pequeñas estancias y cuevas donde entran los rayos del sol e iluminan piedras de colores de una intensidad maravillosa, que aún recuerdo al despertar: una gran piedra alargada y redondeada, como de río, de un rojo rutilante; otra también roja, de silueta más cuadrada y chata, con gradaciones de color como una concha, u otras de colores más azulados. A través de una rendija o ventana también se ven tonalidades rojizas y carmesíes muy intensas, y lo asocio a una mujer. 

Recojo algunas de las piedras para atesorarlas y mostrarlas a los demás, incluso con la remota esperanza de conservarlas al despertar, ya que soy consciente de que estoy soñando. Regreso a la orilla de la entrada y dejo los prodigiosos minerales sobre la playa.


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