sábado, 24 de enero de 2015

Cruzamos un río para llegar a una aldea, matamos a nuestro camello y proyectamos sombras sobre los transeúntes (finales diciembre 2015)

Viajo con mis amigos a lo largo de diferentes pueblos. Vamos sin apenas dinero, improvisando nuestra ruta. Llegamos a una pintoresca aldea, que puede divisarse de lejos, encaramada en la falda de un monte o acantilado rocoso. Para llegar al pueblo tenemos que cruzar una amplia llanura atravesada por un río y humedales por doquier, fangosos y llenos de pequeñas piedras. La primera vez sorteamos los obstáculos sin problemas, deseosos de llegar. Pero al abandonar la aldea y tener que regresar, ya de noche, recuerdo la travesía que nos espera y me abruma. Voy casi descalzo, esta vez sólo junto a una persona, y debemos mojarnos, esquivando piedras y profundidades. Mientras oscurece, vemos una gran animación en el pueblo, con luces, fogatas y gente en plena celebración.

En una de nuestras excursiones vamos acompañados de una especie de mula o camello, que al parecer lleva nuestros equipajes (tal es nuestra situación precaria, como nómadas). Entonces nos las ingeniamos para lograr un hospedaje y, al igual que José y María, acudimos a una especie de cuadra o establo. Se trata de un edificio con estancias preparadas para animales enfermos o heridos. Decimos que nuestra mula-camello necesita reposo y pagamos lo correspondiente por una habitación. Una vez allí, administramos la inyección que nos han dado para el animal, pero en tales cantidades que logremos matarlo y quedarnos nosotros con el cuarto. Llega una enfermera, temo que nos descubra. Poco después, todos los amigos nos reunimos ya cómodamente para ver la televisión en nuestro hotel improvisado.

La habitación del hotel-cuadra, como he podido comprobar desde fuera, está situada en un piso altísimo y escorado, desde donde pueden verse las plazas del pueblo. Aunque es casi de noche, con un juego de cortinas puedo proyectar sombras sobre los transeúntes, sobras de todo tipo y forma para distraerlos, atemorizarlos o confundirlos. A veces son sombras largas y persecutorias, otras veces sombras pequeñas como motas, estrellas o chiribitas. Me gusta esta sensación de poder desde lo alto, aunque nadie en la calle parece inmutarse demasiado.

Ver relato basado en este sueño:
http://inarell.blogspot.com.es/2015/01/sense-maria.html

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