viernes, 23 de abril de 2010

Mi prima trepando por la pared (22 abril 2010)


Durante una siesta, experimento una de mis frecuentes parálisis del sueño. Entre la vigilia y el sueño, oigo llegar a a casa a mi tía Daisy y a mi prima Laia (que ahora tiene 1 año y medio). Oníricamente, miro hacia la pared y veo a Laia en una imagen congelada, trepando como una araña.

lunes, 19 de abril de 2010

Encarcelados por error, sube y baja por el fangar y el ave estrellada (abril 2010)


Varios sueños vagamente recordados en las últimas semanas:


1  a la cárcel con risas. Soy encarcelado por error junto a mis amigos Jose y Pablo. Al parecer, nos han confundido con etarras, y pasamos años entre rejas con una mezcla de humor y resignación. Al salir, Pablo y yo disfrazamos a Jose de terrorista para hacer chanzas, pero él nos rehúye. Queremos ponerle un peto naranja (supuestamente asociado a la condición criminal). 

2  monte de barro y hielo. Me encuentro en un paraje de montaña, con tremendos altibajos. El suelo está cubierto de fango en algunas partes, y en otras de nieve medio deshecha. Intento iniciar una expedición junto a mis amigos Jose y Sara, por las zonas bajas de la falda de la montaña. Sin embargo, luego encuentro otro camino y me marcho en solitario hasta la parte más alta y escarpada, para reunirme con otro grupo. Desde allí tengo una fabulosa panorámica de todo el monte: a la izquierda, una franja llana que parece costera; a la derecha, la falda de la montaña, más agreste y cubierta de nieve, por donde suben Jose y Sara.

3 el águila de madera. Veo una gran ave, parecida a un águila, sobrevolándonos. Parece temible, pero, tras su planeo, se estrella estrepitosamente, hasta caer en plancha, como un avión. Voy hasta el lugar del accidente y, en lugar de un ave real, veo una especie de monigote de madera en forma de pájaro aplastado.

sábado, 17 de abril de 2010

Muchas lunas en el cielo con vistas de París y el asalto del monstruo en el barco (16-17 abril 2010)

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Estamos en Francia, en una especie de barco atracado en un muelle. Es de noche, y sobre la cubierta dan fiestas, con una elegante orquesta donde toca mi padre y algunos amigos de mis padres, todos ellos ataviados con trajes de gala azulados y con pajaritas.

De repente, veo algo extraño en el cielo nocturno. Si entornamos los ojos, la luna se convierte en una bella diana de círculos concéntricos. Siguen los prodigios: vemos dos lunas, y luego muchas lunas brillando en el firmamento, cada una con su forma y su fulgor particular. Me asomo a la proa del barco para verlo mejor. En la lejanía se ve un majestuoso castillo elevado sobre la roca. Se trata de París (aunque no tiene ningún equivalente con la realidad), y al lado se puede apreciar, con gran nitidez, el castillo de EuroDisney, con un tenue resplandor azulado en medio de la oscuridad. Me lleno de asombro y emoción.

Las cosas se tuercen más tarde cuando un monstruo emerge de las aguas e intenta asaltar nuestro barco. Sólo yo me he dado cuenta de su presencia y, desesperadamente, voy cerrando todas las puertas, con pequeños pestillos y trancas, para evitar que entre en la cubierta, donde estamos de fiesta. He llegado justo a tiempo, cerrando la entrada en los mismos morros de la criatura, que incluso ha quedado atrancada entre las bisagras, con sus verdes carnosidades.

Sin embargo, presiento que las puertas cerradas no serán suficientes, así que, preso del pánico, huyo lejos de todos. Desde la barerra, contemplo como, efectivamente, el monstruo supera los obstáculos y salta ferozmente sobre el público. Primero tiene el aspecto de un anfibio humanoide; después se parece a un gremlin enloquecido. Me siento cobarde y culpable, por dejar mi padre a su suerte.